En los últimos años, diversos estudios médicos han revelado que los niveles insuficientes de vitamina D durante el embarazo no solo afectan la salud materna, sino que también podrían comprometer el bienestar del bebé en desarrollo.

Una de las principales preocupaciones es la relación entre la deficiencia de esta vitamina y un mayor riesgo de preeclampsia, una condición potencialmente grave que eleva la presión arterial y puede tener consecuencias severas para madre e hijo. Asimismo, se ha observado una asociación con un mayor índice de partos prematuros y bebés con bajo peso al nacer.

¿Por qué es tan importante la vitamina D?

La vitamina D participa activamente en la regulación del sistema inmunológico, el metabolismo del calcio y la formación ósea. Durante el embarazo, estas funciones son esenciales tanto para la salud materna como para el desarrollo fetal adecuado, especialmente en el crecimiento del esqueleto y la formación de órganos.

Lamentablemente, muchas mujeres embarazadas presentan niveles bajos de esta vitamina, en parte por la falta de exposición solar, el uso de bloqueadores, una dieta insuficiente o condiciones médicas que dificultan su absorción.

¿Cómo detectar una deficiencia?

El diagnóstico se realiza mediante un examen de sangre que mide los niveles de 25-hidroxivitamina D. Si los valores están por debajo de 20 ng/mL, se considera que existe una deficiencia.

Algunos síntomas comunes pueden incluir fatiga, debilidad muscular o calambres, aunque en muchos casos pasa desapercibida. Por ello, se recomienda incluir esta evaluación como parte del control prenatal.

¿Cuál es la solución?

Cuando se detecta deficiencia, el tratamiento suele incluir suplementos orales de vitamina D bajo indicación médica. La dosis debe adaptarse a cada paciente, y en la mayoría de los casos, se complementa con una dieta rica en alimentos como pescados grasos, huevos y productos fortificados.

Además, una exposición solar controlada (15-20 minutos al día) también puede ayudar a mejorar los niveles de forma natural.


Conclusión

La vitamina D no es solo un suplemento más: durante el embarazo, puede marcar la diferencia entre un embarazo saludable y uno con complicaciones. Consultar con el ginecólogo y mantener un control adecuado de los niveles vitamínicos es una decisión clave para proteger tanto a la madre como al bebé.