La aspirina en dosis bajas se ha consolidado como una herramienta clave para reducir el riesgo de preeclampsia. Su uso se expandió gracias a guías basadas en factores clínicos, pero hoy crece el consenso en torno a una idea: indicarla con mayor precisión, enfocándose en quién realmente se beneficiará y en cuándo iniciar la profilaxis para maximizar su efecto.
Qué está en discusión
El debate no cuestiona la efectividad de la aspirina en gestantes con alto riesgo, sino la identificación fina de candidatas y la oportunidad del inicio. Algunos hospitales han optado por políticas de indicación casi universal para no dejar fuera a posibles beneficiarias; sin embargo, esta estrategia puede aumentar falsos positivos, medicalizar controles y dispersar recursos, especialmente en sistemas con limitaciones de seguimiento.
Del criterio clínico al tamizaje del primer trimestre
El enfoque clásico se apoya en la historia materna: antecedentes de preeclampsia, embarazo múltiple, hipertensión crónica, diabetes pregestacional, enfermedad renal, trastornos autoinmunes o combinaciones de factores moderados (primigesta, IMC elevado, edad materna, intervalos intergestacionales largos, entre otros). El tamizaje del primer trimestre propone combinar esos datos con presión arterial media estandarizada, Doppler de arterias uterinas y biomarcadores (como PlGF) para estimar con mayor precisión el riesgo —en especial el de preeclampsia pretérmino.
Qué aportan los biomarcadores y el Doppler
El PlGF refleja la angiogénesis placentaria, mientras que el índice de pulsatilidad uterina (UtA-PI) detecta resistencias elevadas en la circulación útero-placentaria. Integrados en modelos del primer trimestre, estos parámetros logran mejores tasas de detección con menos falsos positivos que el criterio clínico aislado. En términos prácticos: menos alarmas innecesarias, vigilancia mejor focalizada e indicaciones de aspirina más precisas.
Cuándo iniciar y hasta cuándo continuar
La ventana operativa más aceptada es iniciar entre 12 y 16 semanas y continuar hasta el parto. Ese periodo coincide con procesos tempranos de invasión trofoblástica y remodelado vascular uterino. Comenzar tarde puede diluir el beneficio; por ello es clave captar temprano a la gestante, medir correctamente la presión arterial media y documentar antecedentes de forma rigurosa en la primera consulta.
La controversia de la dosis
Aunque “dosis baja” suele equivaler a 81 mg/día, algunos protocolos utilizan 150–162 mg/día en perfiles concretos. Las diferencias responden a lecturas de la evidencia, disponibilidad de presentaciones y contextos de práctica. Lo central es definir criterios de elegibilidad claros, asegurar adherencia y vigilar tolerabilidad, evitando la idea de que “más dosis” siempre es mejor.
Beneficios y límites de la casi universalización
Las políticas de indicación muy amplia incrementaron la cobertura entre pacientes elegibles, pero no resuelven por sí solas el núcleo del problema: detectar el riesgo verdadero. Sin estratificación fina, se corre el riesgo de medicalizar a mujeres con baja probabilidad de desarrollar preeclampsia y de dispersar esfuerzos en educación y seguimiento que deberían concentrarse en quienes más lo requieren.
Implicaciones para América Latina
En la región, los trastornos hipertensivos del embarazo continúan como causa relevante de morbimortalidad materna y perinatal. Por ello, los expertos insisten en adaptar el tamizaje al contexto: disponibilidad de Doppler y biomarcadores, capacitación de equipos, tiempos de primera consulta, rutas de referencia y barreras sociales. Personalizar no es seleccionar menos, sino seleccionar mejor y acompañar con control de la presión, valoración del crecimiento fetal, educación en síntomas de alarma y apoyo para la adherencia.
Qué deberían hacer hoy los equipos clínicos
-
Refinar la identificación de alto riesgo en la primera consulta, con listas de verificación claras.
-
Estandarizar la presión arterial media (técnica, brazalete adecuado y reposo previo).
-
Integrar Doppler uterino y PlGF donde sea factible, priorizando a quienes más lo necesiten.
-
Protocolizar la ventana de inicio (12–16 semanas) y definir la dosis según perfil de riesgo.
-
Auditar resultados: preeclampsia total y pretérmino, prematuridad, UCI neonatal y adherencia.
Qué debe saber la paciente
La aspirina no es una píldora para todas; sí protege a quienes tienen riesgo elevado y la inician a tiempo. Es clave revisar factores personales, acudir a controles tempranos, medir bien la presión en cada visita y reconocer alertas: cefalea intensa, visión borrosa, dolor en hipocondrio derecho, edema súbito o disminución de movimientos fetales.
Idea central
La tendencia internacional apunta a una profilaxis más inteligente: menos universal por inercia y más guiada por evidencia objetiva del primer trimestre. Con protocolos claros, mediciones estandarizadas y seguimiento oportuno, es posible reducir falsos positivos, concentrar esfuerzos y disminuir complicaciones ligadas a la preeclampsia. Contenido informativo: no sustituye la valoración médica individual.